
Por Camila Rivera -Magíster en Estudios Cognitivos de la U. de Chile y Diplomado en Demencias con Abordaje Gerontólogico Multidimensional de la PUC-.
La teoría del autogobierno mental de Sternberg (1999) ofrece un marco interesante para comprender las diferencias individuales en la organización mental y su impacto en el envejecimiento activo. En lugar de centrarse únicamente en el aprendizaje, esta teoría se enfoca en cómo las personas gestionan sus propios procesos cognitivos. La analogía con los sistemas de gobierno (legislativo, ejecutivo, judicial) y la jerarquía inherente a la inteligencia son conceptos clave para entender cómo las personas mayores abordan los desafíos cognitivos y las oportunidades de aprendizaje.
La inteligencia, definida como “autogobierno mental” (Sternberg y Detterman, 1985), se centra en la capacidad de ordenar pensamientos y acciones de manera coherente y adaptada a las necesidades internas y externas. Esta capacidad es fundamental para los mayores que enfrentan cambios en sus capacidades cognitivas y en su entorno. La distinción entre cognición y metacognición permite diferenciar las funciones legislativas y judiciales de las ejecutivas, lo que puede ser crucial para diseñar intervenciones personalizadas para este grupo etario.
Reconocer las diferencias individuales en las formas de autogobierno mental es esencial. Algunos adultos mayores pueden tener mentes menos organizadas, lo que dificulta la adaptación a los cambios asociados con el envejecimiento. La inteligencia, según Sternberg (1997), debe evaluarse en su contexto de aplicación, considerando aspectos intrasujeto y sociales. En la Teoría Triárquica, la velocidad, la exactitud y la aplicación práctica de las habilidades son aspectos distintos de la inteligencia, lo que permite una evaluación más completa de las capacidades cognitivas en personas mayores.
El autogobierno mental postula que las personas exitosas son aquellas que mejor se autogobiernan, es decir, que pueden fijarse una meta clara y actuar para alcanzarla (Sternberg, 1999). La inteligencia exitosa se basa en tres habilidades amplias: analíticas, creativas y prácticas (Sternberg, 1998).
Las habilidades analíticas permiten evaluar opciones, identificar problemas y diseñar estrategias de solución. Estas habilidades son importantes para las de la tercera edad en la que deben tomar decisiones informadas sobre sus objetivos, salud, finanzas y estilo de vida. Las habilidades creativas generan nuevas opciones para la resolución de problemas. En el contexto del envejecimiento, la creatividad puede ser una herramienta valiosa para adaptarse a los cambios y encontrar nuevas formas de participar en actividades significativas. Las habilidades prácticas se utilizan para implementar opciones en situaciones reales. El conocimiento tácito, adquirido a través de la experiencia, es un aspecto clave de la inteligencia práctica y puede ser una gran fortaleza para los adultos mayores.
Los estilos de pensamiento, análogos a las formas de gobierno, se organizan en un perfil que incluye funciones (legislativo, ejecutivo, judicial), formas (jerárquico, monárquico, oligárquico, anárquico), nivel (global, local), alcance (interno, externo) e inclinación (liberal, conservador) (Sternberg, 1999). Comprender los estilos de pensamiento de los personas mayores puede ayudar a diseñar intervenciones y programas que se adapten a sus preferencias y necesidades individuales.
Los estilos legislativo, ejecutivo y judicial se refieren a la forma en que las personas abordan la creación, la implementación y la evaluación de ideas y acciones. Los estilos monárquico, jerárquico, oligárquico y anárquico describen la organización de metas y prioridades. Los estilos global y local se refieren al nivel de detalle en el que las personas prefieren trabajar, mientras que los estilos interno y externo describen la orientación hacia las ideas o las personas. Los estilos liberal y conservador reflejan la preferencia por el cambio o la estabilidad.
En resumen, la teoría del autogobierno mental y los estilos de pensamiento ofrecen un marco valioso para comprender y potenciar las capacidades cognitivas en la tercera edad. Al reconocer las diferencias individuales en la forma en que las personas se autogobiernan, podemos diseñar intervenciones y programas más efectivos para promover un envejecimiento activo y satisfactorio. Comprender los estilos de pensamiento puede ayudar a las personas mayores a aprovechar sus fortalezas cognitivas y a desarrollar estrategias para abordar los desafíos asociados con el envejecimiento.

BIBLIOGRAFÍA
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