Por Camila Rivera -Magister en Estudios Cognitivos de la U. de Chile y Diplomado en Demencias con Abordaje Gerontólogico Multidimensional de la PUC-.

La creatividad, extensamente estudiada por las ciencias cognitivas, sigue siendo un campo enigmático en cuanto a su definición y manifestación concreta en la cognición humana, especialmente en la tercera edad. Si bien se han explorado aspectos fisiológicos, psicológicos, sociales y ambientales que influyen en la creatividad, las operaciones específicas que la instancian y sus causas aún requieren mayor investigación empírica. Sin embargo, las teorías desarrolladas han permitido diseñar pruebas para medir habilidades intelectuales y creativas, así como evaluar contextos que motivan o inhiben la creatividad.
Sternberg y O’Hara (2005) proponen definiciones transversales para la creatividad y la inteligencia: la primera como un proceso que produce algo nuevo y útil, y la segunda como la habilidad para adaptarse, moldear o seleccionar un entorno. Esta distinción es fundamental al abordar la creatividad en personas mayores, cuyo “entorno” puede incluir cambios físicos, sociales y emocionales significativos.
La relación entre inteligencia y creatividad ha sido objeto de debate. ¿Son equivalentes, interdependientes o independientes? Investigaciones sobre figuras históricas, estudiantes y artistas no han establecido una correlación clara (Cox, Sternberg, Guilford, Cattell, entre otros). Esta falta de correlación abre un espacio para explorar el potencial creativo en adultos mayores, independientemente de su coeficiente intelectual previo.
La pregunta de si un individuo con un coeficiente intelectual “bajo” puede desarrollar habilidades creativas extraordinarias es pertinente, especialmente en el contexto del envejecimiento. La respuesta probablemente dependa del contexto social, la historia ambiental y genética, y la motivación. El estudio de Catherine Cox apoya esta idea, aunque sus sujetos de estudio tenían un CI superior al promedio (Sternberg y O’Hara, 2005), lo que sugiere que la inteligencia puede ser un factor contribuyente, pero no el único.
Sternberg propone cuatro categorías para analizar la creatividad en relación con la inteligencia: 1) subcategoría, 2) independiente, 3) la inteligencia como subcategoría, 4) correlacionadas, y 5) solapadas. Su propia teoría de los estilos de pensamiento destaca habilidades sincréticas, analíticas y prácticas, con la inteligencia como eje central. Sin embargo, reconoce que muchos creativos carecen de alguna de estas habilidades, lo que subraya la importancia del apoyo social y colaborativo, especialmente relevante en la tercera edad.
Más allá de los ejes de la creatividad, Sternberg explora los estilos de pensamiento, mientras que Monreal y Corbalán (1985) encuentran una correlación entre percepción visual y auditiva y creatividad, definiéndola como un estilo perceptual-cognitivo. Estas perspectivas ofrecen herramientas valiosas para comprender y potenciar la creatividad en personas mayores.
Avances recientes en neuroimagen han revelado la actividad de la Red Neuronal por Defecto (RND) en personas creativas (Lou et al., 2017). Esta red, activa en estados de reposo y divagación mental, favorece la generación de ideas originales. En adultos mayores, la activación controlada de la RND podría ser clave para desbloquear el potencial creativo.
El lenguaje juega un papel fundamental en la coherencia y estructura del pensamiento creativo. Las teorías de Piaget, Vygotsky y la autopoiesis resaltan la importancia de la socialización y el entorno en el desarrollo del lenguaje y la identidad, elementos cruciales para la expresión creativa en la tercera edad.
Los tests de creatividad miden diversas habilidades cognitivas, como la capacidad de relacionar elementos dispares y la fluidez ideacional (Sternberg y O’Hara, 2005). Cattell y Guilford identificaron numerosas habilidades asociadas a la creatividad, incluyendo velocidad verbal, numérica, espacial, flexibilidad, originalidad y sensibilidad a los problemas. Estas habilidades pueden ser entrenadas y fortalecidas en personas mayores.
Habilidades cognitivas como la codificación episódica, influenciada por la memoria de trabajo, las áreas visuales y auditivas, y la vividez de los recuerdos (Vyskontas et al., 2009), son esenciales para la creatividad. La estimulación episódica, que recrea eventos imaginados, puede mejorar la resolución de problemas sociales y la empatía (Moscovitch et al., 2016), habilidades valiosas para personas mayores.
Estudios sobre la reflexión pedagógica (Rominger et al., 2017) muestran que la activación de áreas cerebrales asociadas a la creatividad mejora el desempeño y la capacidad para abordar problemas. Esta conexión entre reflexión y creatividad es relevante para el aprendizaje y el crecimiento personal en la tercera edad.
La capacidad de procesar estímulos, construir recuerdos y ejecutar procesos de planificación e ideación son fundamentales para la creatividad. La inhibición de la atención endógena (modelo dorsal y ventral de Corbetta y Schulmann, 2002) también juega un papel importante, permitiendo la fluidez y la producción creativa, controlando la intervención de la RND. En adultos mayores, el equilibrio entre la RND y los procesos atencionales puede ser crucial para mantener la agudeza creativa.
La persistencia y la motivación son factores clave en el desarrollo de la creatividad (Cox, Sternberg y O’Hara, 2005). Sternberg y Lubart (1995) incluyen la inteligencia como un componente más de la creatividad, junto con el conocimiento, el estilo de pensamiento, la personalidad, la motivación y el entorno. Esta perspectiva multidimensional es fundamental para entender la creatividad en adultos mayores.
En conclusión, la creatividad es una operación cognitiva compleja, influenciada por múltiples factores, incluyendo la inteligencia, pero no limitada a ella. La investigación sobre la creatividad en adultos mayores ofrece oportunidades para desafiar mitos sobre el envejecimiento y explorar el potencial cognitivo en la tercera edad. Al comprender mejor los procesos creativos y los factores que los influyen, podemos diseñar intervenciones y programas que fomenten la creatividad y el bienestar en el envejecimiento.
Referencias bibliográficas
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